Expo-matones de Mapfre
11/04/2012   Lecturas: 5.756

Catilina

Me invita un compañero y amigo -persona de alto nivel intelectual y moral, profesor de Universidad- para ir a ver la muestra dedicada a Lewis Hine, gran fotógrafo americano de la primera mitad del siglo XX, que la Fundación Mapfre exhibe en la sala de su sede social en el Paseo de Recoletos de Madrid. Si creemos lo que la fundación explicita en su página web, en el apartado exposiciones, al acceder a Exposiciones actuales/ Lewis Hine y, después, Salas Recoletos/ Prepara la visita/ Horarios, el horario de visitas está restringido los Lunes de 14 a 20 horas. Mapfre lo dice, no yo.

Como la circulación adversa y el problema de aparcamiento nos retrasó, llegamos a la exposición más tarde de lo que hubiéramos deseado. Aun así, nos dijimos, podemos echar un vistazo general y volver otro día.

De repente, quedando 12 minutos una vigilante nos prohíbe acceder a la sala siguiente, anunciando que por motivos de seguridad debíamos abandonar el edificio inmediatamente. El dispositivo estaba perfectamente preparado porque, como si de un pequeño rebaño se tratara, en no menos de dos minutos, una veintena de personas estábamos rodeados en el vestíbulo del ascensor -que hacía las veces de redil- por tres o cuatros guardianes ovejeros (así llaman los alemanes al pastor alemán) alguno de ellos armado. En aquellas circunstancias ni siquiera tuvieron la precaución –delicadeza sería mucho pedir- de preguntar si algún visitante necesitaba subir por la escalera por problemas de claustrofobia.

Esta tribulación cogió a mi compañero ya en el redil, pero leyendo el cartel de la exposición. Tiene usted que avanzar, le espetó una vigilante armada, impeliéndole a entrar en el ascensor, que emitía un pitido de alarma por exceso de peso. Absorto en que el motivo de tanto apresuramiento fuera un fuego -seguridad habían dicho- oí responder a mi compañero espere, estoy terminando de leer y a la vigilante alarmar amenazante a la seguridad del edificio. Aquí hay un señor que se niega a abandonar el recinto. Así dicho, parecía tratarse de alguien que impidiera el funcionamiento del mecanismo de urgencia arriesgando al resto, o que de alguna manera pudiera atentar contra la exposición. En suma, una amenaza.

Segundos después y pese a la alarma por sobrecarga que no cesaba, mi compañero accedió al elevador. En un instante nos habían puesto en la puerta. Cuando observé que él pedía explicaciones tranquilamente comprendí que allí no había incendio, ni terremoto, ni amenaza de bomba ni motivo de seguridad ninguno. Caí en la cuenta de que éramos víctimas de un abuso excepcional.

Escuché replicar a una recepcionista: En el tríptico advertimos que se cierra diez minutos antes. Puede ser –alegó mi compañero- pero en la misma puerta en el horario figuran las 20 horas. Pero fue cuando pidió formalizar una queja cuando comenzó una conducta propia de sayones. Enviaron a un mastín armado de metro ochenta y cinco para intimidarle: Usted no puede estar aquí, debe abandonar el edificio.

La peor excusa fue que no admitían quejas porque era una institución particular que no cobraba por la entrada y sólo admitía sugerencias. Huelga decir que prolongaron la mentira hasta afirmar que no existía responsable de aquella institución al que dirigirse porque Mapfre tiene sedes en diferentes provincias... Basta confirmar en su web, en Conócenos/ Sedes en España, que la sede es única y está en Madrid y estábamos en ella.

Ante cualquier problema, el máximo nivel de interlocución que Mapfre ofrece a un invitado disgustado es un guardián maleducado de otra empresa, o una recepcionista aranera aunque no maleducada. La conclusión que saqué fue inmediata: la mentira y la ocultación son parte de la forma de trabajar de Mapfre. Solo me quedaba salir del edificio y anular al día siguiente los dos seguros de coche y el de vivienda que tengo contratados con Mapfre.