¿Entiende Rodríguez?
21/10/2004   Lecturas: 10.594

Catalina

¿Entiende Rodríguez que la Constitución Española -la que votamos la mayoría de los españoles en 1978- indica perfectamente qué banderas deben presidir los actos oficiales en España? ¿Y entiende que en un acto oficial en Barcelona -en el que estaba nada menos que la vicepresidena del Gobierno de España- presidía el acto la bandera inconstitucional de la Segunda República?

Yo creo que no, que Zapatero no entiende nada: ni a sí mismo. Pasan los días, pasan las semanas, pasan los meses y las estaciones, pasan los semestres... y Rodríguez no entiende absolutamente nada. Zapatero sigue de Rodríguez en la Moncloa. A ver si para el mes que viene se toma unas merecidas vacaciones invernales de, pongamos, dos meses, para que las ministras puedan pasar en la Moncloa la nueva tendencia de ropa de primavera de Carrefour, pongamos por caso, para contentar a los franceses y divertirnos un poco a los españoles. Así sacaremos al complejo gubernativo, que tantos impuestos nos cuesta, una cierta utilidad a cambio.

Pues como digo, Zapatero o ha enloquecido transitoriamente o no entiende absolutamente nada. Nos monta –me imagino que por orden de su jefe, Pascual Maragall- el pasado día 15 de Octubre una fiesta para rehabilitar al Presidente de la Generalidad catalana durante la Segunda República del siglo pasado. Reaccionarismo puro, primitivismo puro. Jamás he visto a nadie tan obstinadamente enfrentado a la idea de proceso, tan sumido en el mecanismo salvaje primitivo de reivindicación del muerto ¿Sentará y pondrá a Companys un servicio en su mesa de la Moncloa diariamente a la hora de comer?

Companys murió hace ya siete décadas, y Rodríguez no puede cambiar los acontecimientos ni para bien ni para mal: no puede cambiar sus revolucionarios intentos de golpe de estado contra la República; no puede cambiar la violencia de sus formaciones juveniles scamots, armadas al modo de las musolininas y de las del propio PSOE; no puede cambiar sus intentos de desvincularse de España; ni puede hacer desaparecer aquella infausta noche de octubre del año 1934 en que, convencido de que había triunfado el golpe de estado en el resto de España, a manos del PSOE y la UGT, salió al balcón de la Generalidad y declaró a Cataluña independiente, obligando a D. Alejandro Lerroux, como Presidente del Gobierno, a declarar el Estado de Guerra en todo la nación; no puede evitar Zapatero el baldón que sintió ante el general Bartet al día siguiente de aquella noche de llamamientos a los catalanes a sublevarse, noche en la que se quedó solo. No podrá evitar Rodríguez que Companys viviera como vivió.

Nadie puede, ni debe, pedir perdón por lo que hicieron sus abuelos, porque uno es responsable únicamente de sus actos: las cosas fueron como fueron y eso no se puede cambiar. A ver si Rodríguez lo entiende.

Pero lo que sobre todo, Rodríguez, Zapatero, ZP, o como ostias (perdonen el exabrupto) quiera llamarse esta santísima trinidad del disparate y la inconsecuencia, debe entender es que los españoles nos decantamos hace años, por una monarquía constitucional; si siente añoranza por la República y sus instituciones, que abandone el cargo e, incluso, el partido, y milite en otro tipo de formación.