Carrillo miente
12/11/2005   Lecturas: 13.093

Catilina

En unas recientes declaraciones a un medio periodístico del PSOE, Santiago Carrillo imputaba a dos periodistas de la cadena COPE ser delatores de Franco, para terminar asegurando que los nacionalistas catalanes jamás habían puesto en tela de juicio la existencia de España.

Fue que nos salió el Carrillo de siempre, el Carrillo estalinista, el Carrillo aranero, el Carrillo falsario y, el Carrillo depurador, lo que es peor el Carrillo delator o, aún peor, el Carrillo chivato ¿Cuántas veces habrá utilizado la misma táctica para liquidar a sus adversarios políticos o a sus propios compañeros? ¿A cuántos de ellos habrá enviado a la fosa con la misma táctica? Escuchar a Gabriel Albiac, ex-militante del Partido Comunista de España, describir las cacerías de Carrillo contra camaradas de su propio partido, causa pavor. Y aún así habíamos decidido olvidarlo, nosotros sí, envueltos en el espíritu de la Transición.

Tal vez sea el momento ideal de reeditar Grandeza y miseria del Partido Comunista de España de Gregorio Morán. Tal vez sea algo que pide a gritos esa recuperación de la memoria histórica por la que tanto clama la ultraizquierda española estos días.

Nos salió el Carrillo de siempre, el Carrillo leninista, el Carrillo que, como la zorra vieja, antes pierde el rabo que las costumbres. Es el Carrillo que hace pocos días imputaba a dos líderes de audiencia de la radio de derechas española, Federico Jiménez Lozanitos –ex militante del PCE, como Carrillo- y César Vidal –escritor e historiador- ser delatores del régimen de Franco.

La cacatúa pensaría que a estas alturas de siglo, la delación estalinista seguiría siendo buen instrumento para quitarse de enmedio adversarios ¡A cuántos inocentes enviaría a la tumba el siglo pasado con iniquidades semejantes! Inocentes si, porque resulta que, al cabo, César Vidal contaba unos diez años al morir Franco. De risa. Da risa, si no fuera porque la intención es propia de un hijo de puta. Siento usar un término tan fuerte, que no había empleado hasta ahora, pero la intención lo merece ¿Qué delataría, según este buco, César Vidal, niño de uno de los barrios más depauperados de Madrid al franquismo? ¿el número de sugus que consumían por mes –por semana no podían ser muchos, porque no sobraba- los niños de la manzana? De Losantos ni hablo, porque le conoce tanto que nadie mejor que él mismo para defenderse.

Santiago Carrillo remató la entrevista –mintiendo, para terminar como empezó- afirmando que la derecha estaba sembrando odio en nuestro día a día porque en Cataluña nadie ha querido nunca independizarse de España. Y aquí es donde apreciamos la deliberada intención de torcer la Historia, no ya en un desgraciado episodio personal como el de Paracuellos, sino en algo que le trasciende con mucho. Y si hace algo así, es porque sabe que algo hicieron mal, que de algo pueden ser responsabilizados.

Y ese algo es que la izquierda largocaballerista, estalinista y radicalizada española tiró a degüello contra La Republica, y Carrillo era considerado por Largo Caballero como su hijo y su brazo derecho aunque, al final, le traicionara. La izquierda –PSOE de Largo Caballero y Prieto y sus partidos y sindicatos afines, parlamentarios o no- consideraba a La República como un resto del orden burgués, un reducto del poder reaccionario que había que derribar si se quería conseguir la instauración de una revolución de tipo bolchevique. Fin último de todos ellos.

Así es como, tras meticulosos preparativos, el 6 de Octubre de 1.934 UGT, PSOE y Ezquerra Republicana de Catalunya, fundamentalmente, se alzan en armas contra el orden republicano según el proyecto que anunciara el periódico El Socialista (órgano de prensa del PSOE equivalente a El País actual) el 3 de Enero de ese mismo año en su editorial No puede haber concordia. Atención al disco rojo, y en el que se podía leer "¿Concordia? ¡No! ¡Guerra de clases! ¡Odio a muerte a la burguesía criminal! ¿Concordia? Si, pero entre los proletarios de todas las ideas que quieran salvar a España del ludibrio. Pase lo que pase, atención al disco rojo". Aún el 27 de Septiembre recordaba a los futuros golpistas "las nubes van cargadas camino de Octubre. Repetimos lo que dijimos hace unos meses: ¡atención al disco rojo!". Y más adelante: "nuestras relaciones con La República no pueden tener más que un significado: el de superarla y poseerla". No sería la última amenaza.

Hasta que el 6 de octubre el disco lo puso en verde el PSOE, y el President Companys salió al balcón de la Generalitat y declaró la independencia de Cataluña. Aquella misma noche el Presidente del Gobierno de España don Alejandro Lerroux emitió un mensaje radiado en el que anunciaba a toda la nación el estado de guerra. Setenta años más tarde otro presidente, definitivamente enajenado, le dedicaría un encendido homenaje.