Bienvenido al club (I)
16/05/2005   Lecturas: 9.626

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Fue la frase dirigida a José Luis Rodríguez Zapatero con la que puso colofón a su discurso Puigcercós, representante en el Congreso de los Diputados de España, del grupo independentista Esquerra Republicana de Catalunya.

¿A qué club se refería? Indudablemente, a tenor de lo dicho anteriormente, al de Perpiñán, localidad en la que su presidente, Carod Rovira, se había puesto hace meses a negociar no sabemos qué, de parte de no sabemos quién, con miembros de ETA. Era una de esas reuniones que Zapatero denomina discretas y que siendo para secretas acaban siendo descubiertas.

Antes que él, Durán i Lleida, como portavoz de Convergencia i Unió, había elaborado un discurso muy bien construido que, en mi opinión, se entendía con mucha claridad, y en el que llamó a los dos partidos mayoritarios del Congreso a no jugar a su conveniencia con los temas de la financiación de las comunidades autónomas. En su lectura le dejó claro a Rodríguez que había trabajado muy poco en este primer año. Si la media de leyes tratadas en esta Cámara en un año es de unas 500, vino a decirle a ZP, que durante su primer año se han quedado en 40 ¡Ni siquiera un diez por ciento! Vamos, que si algo ha caracterizado a Rodríguez es su escasa laboriosidad, lo cual, no nos coge de improviso a quienes venimos siguiéndole de cerca.

Como dijo Durán i Lleida, la primera parte del autosatisfecho discurso de Zapatero estaba trufada de borradores, previsiones, vamos a hacer, nos hemos propuesto, tenemos previsto, nos gustaría... etc. Todos los elementos que describen un debate de investidura pero, de lo realmente hecho, poco, muy poco. Un año caracterizado por la molicie y la pereza.

La respuesta de Rajoy fue contundente, clara, directa, incisiva, dura en algunas ocasiones, pero de presentación sincera y rotunda, tal como debe esperarse de un adversario leal. Una exposición a las claras. La superioridad oratoria sobre Zapatero era tal que sobrecogía, la ética también. Pero, para mí, sacrificó temas demasiado importantes en aras de concentrar su atención en lo que más le preocupaba. Relegó los temas de economía, de vivienda y de política exterior, por ejemplo, para centrarse en la configuración autonómica y la lucha contra el terrorismo. Alejado, como me encuentro, de la visión especializada del periodismo, creo que ahí radicó el primer triunfo de Rodríguez: el año en curso, a tenor de lo debatido, ha sido un buen año económico, y ello pese a los malos augurios previstos por Rajoy, que no presentó argumentos convincentes para hacernos creer lo contrario. La política exterior se trató tan poco que pareciera que el PP no estuviera muy en desacuerdo con ella. Y nadie reclamó las más de 200.000 viviendas que no se han entregado este año en cumplimiento del Programa electoral del PSOE. Se comprende que el tiempo es limitado, pero son temas muy importantes y, además, el Presidente del Congreso fue generoso con Rajoy. Así que...

En cuanto al tema central del debate entre los dos líderes, la configuración territorial de España, Rajoy no pudo ser más claro en expresar sus temores y trató por todos los medios posibles que Zapatero nos explicase a los españoles a dónde se propone llevarnos, a qué modelo. Todo fue en vano, porque Zapatero amorcillado en tablas eludía responder con el más leve detalle qué es lo que tiene en la cabeza, si es que tiene algo. Rodríguez pedía confianza porque, decía, el tuvo confianza en Aznar, pero Rajoy le respondía que él no tuvo confianza en Aznar sino en el texto del Pacto Antiterrorista y, tras leerle varios puntos esenciales, le ofreció colaboración para su cumplimiento y le invitó a aceptar. Pero Rodríguez no lo hizo, culebreó en todas las direcciones para no ratificar el Pacto. En ese momento, ya era claro que Zapatero no pensaba ajustarse al Pacto, y que la ruptura se producía allí.

Al día siguiente, ya se encargaría la prensa falangista de Don Jesús de presentarlo todo al revés: al que hablaba del Pacto, como el que lo rompía, y al que se negaba a ratificarlo como el que sufría el desaire. Pero dijera lo que dijese Rajoy, la historia estaba escrita previamente, y es que la escribió Cebrián cuando ordenó a Zapatero a través de El País cuál sería su hoja de ruta tras las elecciones al Parlamento Vasco en que Mayor Oreja y Redondo Terreros obtuvieron los mejores resultados de la historia autonómica. Por mentecata que hubiera sido la intervención de Zapatero, todo estaba preparado por El País para que el país creyera que Thomas Jefferson había sobrevolado por nuestro Parlamento.