El Lewinsky
13/10/2005   Lecturas: 9.990

Catilina

Cuando se produjo el escándalo en Estados Unidos por el caso Lewinsky la izquierda española en general no entendió ni palote. Lo cual es lógico cuando se comprende sus históricas carencias democráticas.

Si lo recuerdan, el escándalo se produjo al saltar a la opinión pública norteamericana la noticia de que su presidente, el demócrata Bill Clinton, había mantenido relaciones sexuales en La Casa Blanca con la becaria Monica Lewinsky. Como la izquierda patria calza desde su origen orejeras de burro -de burro antidemocrático, se entiende- fue incapaz de comprender la etiología del escándalo y corrió en defensa de Clinton por el solo hecho de no ser republicano, -ser de los nuestros-. Por idénticos motivos (no eran razones) andaban defendiendo hace poco a un médico de un hospital madrileño, sospechoso de ser un asesino en serie. Rara vez la izquierda española es capaz de ascender de la condición de hincha de balompié, aunque sea a la de homo erectus.

El caso fue que el escándalo lo enfocaron entonces como un ataque de la derecha republicana (por tanto reaccionaria) americana a un presidente demócrata, demostrando que no habían entendido ni lo fundamental: que lo reprobable no eran las relaciones sexuales (allá Clinton, su mujer y la becaria), sino que se llevaran a cabo en un lugar costeado por los contribuyentes y cuyo fin está muy lejos de la satisfacción privada de sus ocupantes. En el Central Park o en un motel de carretera pagado por Bill Clinton, como tal individuo, podía hacer con Mónica Lewinsky u otra lo que les diera la gana; pero en la Casa Blanca y como Presidente de los Estados Unidos, con una becaria pagada con los impuestos del Gobierno, no. Así de sencillo.

Bueno, pues cuando las socialistas entendederas no dan para comprender ésto, después se cometen y repiten errores análogos. Errores que son dañinos para la democracia. Errores que comete y reitera con estolidez nuestro ZapateroPresidente. Y es que, año y medio después de su llegada a la Moncloa, venimos enterándonos más tarde que pronto, y nunca oficialmente, que de manera clandestina, furtiva y oculta pasan por palacio una serie de líderes de la política nacionalista (roviras, ibarreches, maragalles, arturmases... etc.) de cuyo fin y visita ni se nos da cuenta previamente ni a posteriori. Esta circunstancia contrasta sobremanera con las promesas desde la oposición de ZapateroPresidente -entonces aún ZapateroPancartero y ahora ZapateroPalabrero- de que iba a hacer de nuestra democracia una democracia deliberativa cuyo centro iba a ser el Parlamento.

Los hechos de hoy desdicen las promesas de ayer, pero más confirman un carácter fascistoide que, seguramente, le ha caracterizado siempre. Como demuestra el hecho de que piense que un edificio público -nada menos que sede del poder ejecutivo- puede utilizarse como si fuera la finca privada de quien llega a él, gracias a Ben Laden o no.

¿Recuerda cuando hablaba de ciudadanía ZapateroParlapuñaos? Pues de cada acto y cada paso que dé en el Palacio de La Moncloa debe informar puntualmente a la ciudadanía. Antes, durante y después. Y debe hacerlo usted, y no cualquier persona interpuesta que hable -o mienta, como ha sucedido en tantas ocasiones- por boca de ganso. Porque cada acto que sale de Moncloa nos afecta directa y puntualmente a todos los españoles Y si usted, por cuestiones partidistas, necesita tratar privadamente asuntos con líderes de partidos en cuyas manos ha puesto su legislatura, entonces se traslada a la sede del Partido Socialista Obrero Español y allí sí; allí, en su partido, pagado por usted y el resto de sus compañeros socialistas, trata usted todo lo que le convenga y que concierna a tácticas partidarias de su grupo. Y después, concluida la reunión, usted nos informa si le da la gana o no, puesto que ha actuado como Secretario General de su partido, en la sede de su partido, con los medios privados de su partido y para asuntos que son asuntos propios de su partido. Al terminar, hártese de dar abrazos a los pelotillas de su partido, eche un pis en los retretes de su partido, apague las luces y trasládese privadamente a Moncloa donde, de la puerta hacia adentro vuelve a ser Presidente de una nación que se llama España, nación a la que ha de dar cuenta de todos y cada uno de sus actos como Presidente.

Claro que el problema es que quien ha declarado en el Parlamento que no tiene claro si España es una nación, cómo va a informar a la nación de la que es Presidente de los actos que realiza para gobernarla. Todo se resume en una cuestión de profundo déficit democrático. El que siempre ha caracterizado a su partido.