De Madrid a Londres
10/07/2005   Lecturas: 15.724

Catilina

Hay unos pocos, no sé cuantos, kilómetros de distancia, y un abismo de civilización. Hay 15 meses y pico de antelación en el sufrimiento terrorista, y una identidad entre la entereza y solidaridad en el sufrimiento de los ciudadanos de ambas capitales.

No nos aterrorizarán -declaraba ayer Anthony Blair- exactamente el comportamiento inverso al de nuestro ilegítimo Presidente ante el matonismo y el terrorismo salafista marroquí.

Escuchar hoy a la Vicepresidenta del Gobierno actual y Secretaria de Estado de Justicia con el Capitán Kan –que era un rataplán- intentando hacer encaje de bolillos con unos razonamientos de alpargatilla imposibles de trabar, escuchar a la Vicepresidenta intentando echar la pelota al tejado de la Oposición, causaba angustia; que forma de entrecortarse, de balbucir, de escudriñar lógicas donde, si las hay, son precisamente las contrarias. Todos los madrileños que vivimos el 11 de Marzo en Madrid y vivimos ayer el 6 de Julio en Londres, sentimos sobrecogidos, en nuestra propias carnes, lo que es la manipulación sin escrúpulos, el montaje político-mediático, la ferocidad de la ultraizquierda kaleborrokera que carece de moral pública ninguna. Miró Mr. Hyde al espejo y vio, horrorizado de sí mismo, al Dr. Jeckyl.

Esta marmota no puede, ni aún aburriéndonos entre la declaración monocorde y el ronquido, borrar de nuestra retina el trauma que nos causó la ultraizquierda golpista en aquellas jornadas, ni evitar la comparación con la jornada perfectamente gestionada por la izquierda británica ayer. Sencillamente la omega y el alfa de la civilización. Con respecto de don Jesús ¿qué decir? Si aún guardan El País de aquellas jornadas, guárdenlo como si de oro se tratara y, de vez en cuando, lean aquellas páginas de nuevo.

De todo lo que históricamente podía pasarle a Rodríguez, quizás lo de ayer fue lo peor. Blair ayer puso el listón a la altura de un hombre de Estado civilizado del siglo XXI, y mirando hacia arriba, hacia la regla, casi sin alcanzarle la vista, ZP se percataba de cuál es su verdadera estatura política, la de un fanatiquillo obnubilado de fines del siglo XIX. Cómo lo haría de bien Blair, hasta qué punto vio el Mundo en él un hombre fiable y creíble, que las bolsas internacionales comenzaron la jornada desplomándose y la terminaron con superávits mollares, lo que más podía doler a Al Qaeda, precisamente. Ladran luego cabalgamos, dijo ayer el mundo civilizado.

Del Reino Unido nos llegaban reflexiones que intentaban ser sosegadas, que conducían a la calma y a la tranquilidad, y que nos dejaban claro que, si algo podía conseguir que el Gobierno británico se reafirmara en sus estrategias contra el terrorismo, era este genocidio islamista. Mientras, aquí, en España, ocupaba los espacios televisivos Llamazares, que no se da por enterado –reaccionarismo puro- que el 70% de los iraquíes votó a favor de un sistema democrático. Ciertos medios periodísticos españoles se han empeñado en que algunos individuos y agrupaciones extraparlamentarias, o casi, ocupen cuotas de pantalla en porcentaje infinitamente superior al que corresponde a su representatividad social ¿Por qué? Tal vez nos lo explique Berlusconi algún día.

Dicen que, en Singapur, Blair se reunió a dialogar con más de setenta miembros del COI antes de la votación. Mientras, ZP la sombra de un Presidente, se encerraba en un despacho y no se reunía ni con su conciencia. Esto fue un síntoma, porque lo definitivo era la actuación de Blair ayer cuando, al final de la jornada, partía a la reunión del G8, porque no permitió que Al Qaeda le escribiera su agenda.

Ayer, en Londres, los españoles comprobamos lo que es un país civilizado en pleno siglo XXI y, por comparación, a qué altura anda el nuestro, un país pensado por incombustibles falangistas a golpes de estómago y desgobernado por Zetapés, Bonos, Moratinos, Maragalles, Bargalloses, y todo tipo de ultras. Todo muy antiguo. Casi un siglo de inmóvil herrumbre.