El algoritmo de Gore
28/10/2007   Lecturas: 8.024

Catilina

Al Gore pasó por España para recoger su cosecha en un cansino peregrinaje de patraña y susto. Cansino para nosotros, claro, y enormemente beneficioso para este monstruo de la vida social internacional.

La verdad es que alguien cuya vivienda consume veinte veces más energía que la de cualquier familia americana (figúrense cuantas veces más que la de una de Namibia, o de España, por poner un ejemplo) tiene que sudar mucho la camiseta y emplear la húmeda a fondo por todo el Mundo para pagar la factura eléctrica a final de mes. Yo creo que ahí está el inicio de la aventura de este trotaconventos que suelta el rollo, te endilga el DVD y se caga dentro. Menos en España, claro. En la España gori de Zapatero Al Gore ha encontrado su casa rural de parada y fonda con ovación. Un filón, vaya.

Luego, al parecer, las empresas de este genio contaminan que es un primor, por tanto ¿quién mejor que él para que los obtusos progres le sacien de premios en Suecia como en España?

La cosa empezó, si lo recuerdan, hace unos años con el enfriamiento. Bajaban las temperaturas a extremos preocupantes, cabalgábamos rápidamente hacia una hibernación del planeta hasta que, en uno de muchos estudios para la ONU sin valores históricos suficientes que lo respaldaran, alguien decidió generar un algoritmo que supliera la carencia de datos climáticamente fiables. A partir de ahí, la izquierda milenarista se cambió en masa del frío al calor. Ahora es que se iban a derretir los polos y aumentaría el nivel de mares y océanos inundando las costas. Rodarían por los suelos, sumergidos, los chiringuitos playeros de Dinio y Pocho como castigo bíblico de esta Sodoma y Gomorra renovada que son el conjunto de las democracias occidentales para nuestra izquierda mesiánica (la China, ejemplo de país hipercontaminante pero grato a estos necios, está a salvo de esta amenaza progresista). No habría que ver más allá de estos últimos cuatro años que estábamos padeciendo un calor inhabitual. Es más, en verano las temperaturas estaban siendo extremas y morían, víctimas del calor, ancianitos ¡en Francia! Y nada menos que en Francia ¡el país más avanzado del planeta! para la burocracia progresista mundial. Y si en Francia morían ancianitos, en España podía morir hasta el apuntador de esta película -cómo no- subvencionada.

Así que cualquier fenómeno metereológico inusitado estaba denunciando, a su manera, la tragedia del calentamiento global para nuestra izquierda visionaria. Hubo una vez un tsunami que causó millares de muertos en la costa de Indonesia, pues no faltó el gori de oenegé que saliera en la televisión española anunciando que este fenómeno tropical podía producirse ¡en Holanda! E, incluso, en las islas Canarias. Como para descojonarse...

Pues el caso es que en España el último verano ha sido fresquito, muy agradable; tal vez de los normales pero, comparado con los cuatro anteriores, nos ha parecido de bajas temperaturas. Así que la madre Naturaleza ha venido a dar un puntapié en el trasero a esta izquierda mediúmnica por ver si la despierta de la pesadilla en que se encuentra, pero ésta no quiere darse por enterada. Y es que, estos tipos, cazurros son todo lo que quieren.

Pero una cosa si que han hecho, por que tontos no son: es dejar de hablar de calentamiento global, para asustarnos con el más ambiguo cambio climático. Y es que el término cambio climático vale para cualquier cosa que ocurra, si es frío, frío; pero si es calor, calor; si lluvia, inundaciones; si sequía, desertización. Nada menos que el gori de Al Gore apuntaba hoy a Andalucía como uno de los lugares del planeta que resultarán más perjudicados por el temido próximo cambio climático ¡Qué casualidad! ¡Precisamente Andalucía! ¿De dónde habrá sacado datos de localización tan exactos? No se preocupen, discurseaba para Cháves, y no gratis precisamente.

Lo que pasa es que, llegados a este punto, estos alucinados se quedan colgados de la brocha y sin escalera. Claro que hay cambio climático, lo hay desde que la Tierra apareció en el Universo y de año en año, de estación en estación, de mes en mes y, sin exagerar, microclimáticamente, de día en día. Lo raro sería lo contrario, que el clima no cambiara. Entonces si habría motivo de alarma.

Bien, viene un cambio climático. Me lo creo. Lo raro, ya digo, sería lo contrario. La cuestión es entonces ¿de qué trascendencia? ¿Con qué consecuencias? ¿Se apartará de lo normal? Imposible de saber y de predecir con nuestros conocimientos actuales sobre clima. Solamente el PSOE, Al Gori, el divino Otelma y -tal vez- la bruja Lola están en el conocimiento de lo que a los demás mortales nos está vedado.

Bien, habrá un cambio climático. Me lo creo. Lo raro, ya digo, sería lo contrario. La cuestión es entonces ¿gracias a ese cambio, viviremos mejor como ocurrió tras el producido en el siglo XIV, en los albores del Renacimiento europeo? ¿O viviremos peor? ¿Todos o una parte? ¿Alguien tiene datos de si en unas zonas de la Tierra se producirá un cambio favorable mientras que resulte nefasto para otras, como la Andalucía de Gore? Imposible adelantarlo. Carecemos de bases y conocimientos científicos fiables para ello. Salvo que el gori de Gore se invente otro al-goritmo que nos resuelva el problema de la falta de datos previos científicamente rigurosos.

Yo mientras tanto, me quedaré enmimismado evocando una majadería de las mayores que soltara nuestro presidente de Gobierno, ZetaPé, en cualquier momento de su nefasta legislatura: Todo cambio es positivo.

¿Entonces de qué cojones se asusta? Y más aún ¿para qué cojones nos asusta?