Puños como verdades
03/07/2009   Lecturas: 6.627

Publio

Viene a ser el resumen del contenido del último libro de Ignacio (Iñaqui o Iñaki o como prefiera) Gabilondo. Uno de los profesionales de radio que salió abrasado del golpe callejero-mediático que la ultra izquierda perpetrara en España durante los días del 11 al 14 de Marzo de 2004, que subiera al poder a un parvenu sin experiencia ninguna en nada y que tiene sumida a España en su actual estado. Y cayendo.

Y en eso consiste el libro, en hacernos pasar como verdades las verdades del puño, las verdades que dicta la ideología de este santón de la izquierda reaccionaria (Vazquez Rial) que, creyéndose en la avanzadilla del siglo XXI, escasamente logra pasar del XIX al XX. Infancia feliz en la que se han quedado con armas y bagajes y a la que esperan que todo regrese pronto (la muerte del capitalismo).

Nada de lo que hoy ocurre, nada de cuanto acontece, sucede sin la responsabilidad de Ignacio Gabilondo. De acuerdo que es Zapatero quien gobierna, pero es un Zapatero elevado y sostenido por cebrianes y ceberios, por estefanías y gabilondos, que son los que, de verdad, llenan la saca a costa de sus verdades como puños.

Como puños son las lágrimas de cuatro millones y medio de españoles sin empleo que pagan la barraca de feria en que Gabilondo ha convertido a esta España, que sostiene día a día desde el pulpitucho puesto a su disposición por la empresa que se lucra de que estemos como estamos. Ellos no, gabilondos y leirepajines están un poco mejor.

La única verdad como un puño que se me ocurre es que Gabilondo está hoy, como su empresa Prisa, de capa caída. Como el Pedro Navaja de Rubén Blades, Gabilondo no está en ná. Se desplaza con la credibilidad por los suelos y a punto de ser vendido al mejor postor, que es lo que se logra después de largos años de poner el propio prestigio al servicio de un holding de intereses. Eso si, a cambio se tiene el riñón bien cubierto. Solo que, al cabo, has metido tantas veces las pata, has cometido tantas iniquidades, has mentido tanto en beneficio ajeno, en beneficio de causas espurias, que ya no te creen ni tus hijos. En la presentación del ¿libro? Se congregaron unos veinte asistentes ¿A qué iban a ir más? ¿A la presentación de un libro de ensayo, como lo presentan sus devotos? ¿De qué ensayo, si consiste en la compilación de las entradillas del parte de cada noche en la Cuatro?

Se empieza lamiendo culos, se sigue poniendo la mano (que algún beneficio debe traer poner en almoneda la propia profesión, la credibilidad y la autoestima), y se acaba por no trabajar, porque el trabajo es el espejo en el que nos miramos a diario y no resulta grato ver en qué ha terminado uno entregándose por un plato de bienes inmuebles.

Así que, para evitar mirarnos en el espejo de la diaria faena, le pedimos a un becario que pase negro sobre blanco todas las supercherías que hemos ido pontificando noche tras noche de homilía bajuna y ya tenemos una publicación cuya venta confía la editorial al tirón de una cara vagamente familiar.

Después, para compensar este fracaso de convocatoria literaria, el ensayista se marcha a la emisora del fuego amigo a sentar doctrina sobre qué es radio y qué no lo es. Antes del fin de semana habrá noticias... adelanta, como si fuera un misterio que a los polanquineros no les ha quedado más remedio que unirse a quienes hace tres meses denostaban, para evitar la quiebra empresarial.

La semana pasada el Tribunal Central Electoral condenaba a la Cadena SER (concretamente a su programa 40 Principales) por solicitar el voto para el PSOE durante la jornada electoral de las pasadas europeas. Hasta hoy, nadie había osado hacer algo así desde que tenemos democracia. Esta si que es una radio fetén para nacionalistas y ultraizquierdistas, la radio que gusta a los agitadores y sediciosos del 11-M: la herencia que dejase Ignacio Gabilondo.