Engañar siempre y a todos
09/02/2007   Lecturas: 7.890

Catilina

Es imposible. Dice el dicho popular, aunque sea posible engañar a todo el mundo algunas veces o a unos pocos todas las veces. Y ése es justamente el problema de Zapatero, que el PSOE ya ha llenado el cupo de la patraña histórica topiquera.

Cuando leí La forja de un rebelde, el emocionante libro del socialista Arturo Barea, la violencia inmediata a la Guerra Civil se explicaba porque una España privilegiada, minoritaria, rica y de derechas tiene sojuzgada a otra España pobre, hambrienta, mayoritaria y rural atenazada mediante el miedo al caciquismo por una violencia soterrada, que no duda en ejercer con una arbitrariedad sobrecogedora. Es lo más débil del libro, cuesta creer una explicación tan simplona y maniquea, y no coincide con lo que los viejos del lugar me han contado, pero... el libro es tan conmovedor que le doy el beneficio de la duda.

Pero han pasado más de setenta años, y volver a explicar España de manera tan simplona ya no es posible. Ni aunque me lo juren los nacionalistas independentistas; o, precisamente, porque me lo juren estos mismos que, durante la Guerra Civil, traicionaban al Frente Popular con Franco y Mussolini y, acabada ésta, se dedicaron a espiar para la CIA... Así que Zapatero, en lo que a mí respecta o a gente como yo, lo tiene difícil.

En la provincia de Huesca, tras una reunión de alcaldes en Jaca, el alcalde de Fago –del Partido Popular- es asesinado en la noche oscura. Fago es un pueblecito de veinticinco vecinos donde todos se conocen y todos son igualmente sospechosos. Una parte del pueblo había amenazado reiteradamente al alcalde y, viceversa, el alcalde había enfrentado a una parte del pueblo. Pero lo cierto es que el que aparece en la cuneta de una carretera, reventado por un disparo a bocajarro con postas, es el alcalde.

Por equivocación, estoy viendo la primera cadena de Televisión Española, esa televisión que la extrema izquierda social-comunista ha llevado a los últimos puestos de credibilidad y audiencia de toda la nación. Tras la detención del posible asesino, están echando un reportaje de investigación sobre el asesinato del alcalde de Fago y me engancho a verlo. El asesino ha resultado ser el adversario socialista del alcalde asesinado, y el programa resulta ser una vergüenza; uno de los lavados de cara más sucios que he visto desde que en la misma televisión –pero mandando Franco- explicaban la inocencia de los policías nacionales que se cargaban a algún desgraciado en una manifestación o en un calabozo. La mismachusma explicando hechos similares, solo que ahora se dicen demócratas y de izquierdas.

El asesino, dicen, era el candidato independiente por el PSOE a alcalde, con lo que intentan desmarcar al PSOE del asesino. Pero si se presenta por el PSOE ¿de qué cojones es independiente?

El asesino, dicen, disparó con munición típica de cazador. De cazador de personas, porque lo cierto es que el asesino, que es el guardia forestal de la zona –nada más y nada menos- le dispara a bocajarro, por la espalda, un tiro de munición prohibida. Vamos, que el guarda forestal demócrata y de izquierdas no se anda con legalidades.

Y así, van diciendo durante todo el programa lo que les conviene o, mejor, lo que le conviene al partido dueño de la televisión, el PSOE, porque todo se les hace preguntar a vecinos adversos al alcalde asesinado por sus cuitas y, las cuitas que van contando, las resaltan en letreros rojo (sangre) con las letras (las palabras de los testigos antagonistas) en blanco ¿Curioso verdad? Ni las estrategias propagandistas de Stalin manipularían mejor una información de este tipo.

Sacan unas imágenes del asesino, que tiene el riñón bien cubierto a juzgar por las instalaciones de su industria agrícola. En ellas no intenta ocultar su disconformidad con el alcalde asesinado y comprende su condición de sospechoso que dice compartir con los demás vecinos. También acusa al alcalde asesinado de ser el correveidile del cacique. En esos momentos me pregunto si él desearía ver desaparecer el caciquismo o se postula como aspirante a nuevo cacique.

Y de nuevo recuerdo la mito-excusa socialista de la violencia rural en la Guerra Civil: las culpas al cacique ¿Y el no-cacique que aspiraba a cacique? ¿Y el que denunciaba al vecino para que lo asesinaran y quedarse con un puñado de sus bienes?

El asesinato del alcalde de Fago es una manifestación sintomática de lo que nos está ocurriendo en la España actual. De esta España que Zapatero quiere republicanizar pero que, al tiempo que la republicaniza, resurgen de lo más hondo de la tierra, como zombies, nuestras peores pesadillas, las de las dos Españas de Goya que se matan a garrotazos.

Solo que ya no estamos en la España de Goya, y ahora, un sábado cualquiera, en un restaurante de Madrid, un socialista demócrata y de izquierdas no tiene reparos en hablar a voces de esos liberales que están saliendo y que son todos unos fascistas de ultraderecha... Viéndole tan crecido, nadie –yo el primero- en el restaurante se atreve a replicarle que, al menos, cierre su bocota soez y hable para los suyos y, a poder ser, sin insultar ni provocar a nadie. Es nuestra izquierda que, como en el siglo pasado, se siente superior y con el derecho moral de machacar al adversario, o a quien ellos decidan designar como adversario, para tratarlo realmente como enemigo. Es una España que muele a garrotazos a la otra, porque se calla.

Llegadas las cosas a cierto extremo y si no se somete a la mayoría, a la voz del pueblo, que es la del que gritaba en el restaurante porque tenía la razón, se espera al fascista en una carretera cuando vuelva por la noche junto a su familia, se le detiene y se le dispara por la espalda y a bocajarro un tiro con munición fuera de la Ley. Que no es que se haya asesinado a nadie, es que el pueblo ha hecho justicia. O eso dirán nuestros zetapés.